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I
Una noche desollada y vencida
se retira, bajando sus estelas
lánguidas, derrotadas, temblando
ante el fuego de los ojos, extinto
hoy, en el diáfano sueño se introduce.
II
Órbita inasible de la sombra,
espuma ardiente que dilata la piel
y el reflejo contradictorio lleva
cándidas tesituras proscritas.
La podredumbre derramada corrompe
ríos de sueños y muertes soñadas.
El estruendo de una gota silenciosa
cae en el filo enmohecido del tiempo,
se disponen abarcar el cuerpo falseado.
La palabra se desdice con el viento.
Palpamos el incendio más allá
de los cánticos.
Rosa pétrea encanta
las mil formas en que, vacía e inmóvil,
sujeta el alma, entierra el gesto eterno.
Ante el cristal purpúreo
desafiamos la embriaguez de las ondas.
Y tu gélida piel se repite
incesante en mi vista exangüe.
Katia Irina Ibarra
(Monterrey, N.L., 1979)