miércoles, agosto 23, 2006

El monedero


Cómo me arrepiento de no haberme dado el balazo aquella vez del monedero.
Sucedió en una de tantas que fui a las pizcas al otro lado. Allá por los años... bueno, me acuerdo que entonces no había camino pavimentado de Monterrey a Laredo. Nos íbamos en puro tren.
Ya venía de regreso. En el otro lado me habían dado un aventón hasta poco antes de llegar a la frontera. Al bajarme del carro, la mujer que venía con el chofer también salió y se le cayó el monedero. Me acuerdo que lo veía en el suelo y al carro yéndose. Quería gritarles, pero no me salía la voz.
Me vine pensando: "Ay monedero, tas pesado y panzoncito. Hasta me bajas los pantalones. ¿Cuánto trayerás? Se siente que son bastantes billetes. Creo tas cargado. No te llevo en la mano porque eres de mujer y si te ve un malora vaya a decir algo o te quiera llevar con él. ¿Cuánto trayerás canijo? Por lo pronto te estás haciendo mío."
Había estado varios meses en la pizca de algodón. Los primeros días con la espalda hecha garras y las puntas de los dedos también. Apenas pude juntar poco más de doscientos dólares y comprar una pistolita.
Nomás pasé pal lado de México y dije: "Creo que tú ya eres mío. Tu dueña no vino por ti. Ora sí déjame contar cuánto trayes. Quinientos... mil... ah jijo, dos mil ochocientos dólares sin contar los daimes".
Pensé: "Ora sí ya la hice. Voy a comprar el terrenito que anda vendiendo don Servando. Lo da barato y tiene agua de riego; compro una yunta de bueyes, un arado, una carreta. En lugar de volver a trabajar pa él, siembro mi propio máiz. ¿Cuántas carretas de máiz sacaría don Servando el año pasado? Un montón. Ahora serían pa mí. Aunque las venda baratas sale buen dinero. Le digo a mi hermano Pablo que me ayude, así cultivamos todo el terreno. Le doy a él lo que don Servando me pagaba a mí y hasta un poco más pa que esté contento".
Venía por el camino real pensando en todo lo que iba a hacer, creo que pa entonces ya tenía un rancho enorme con vacas, casa grande, camioneta y un montón de cosas, cuando oí que me hablaron de un carro:
-- Oiga, oiga.
Era la señora y el señor que me habían dado el aventón.
-- Perdone, ¿no se encontró un monedero?
Si les he dicho que no, quién sabe si hasta la cárcel me hubieran llevado.
-- Sí... Los estuve esperando, pero no regresaron.
Contaron muy bien y estuvieron de acuerdo que no faltaba nada.
-- Gracias, tenga.
Un mugroso billete de dos dólares me dieron. Me quedé parado en el camino viendo cómo se iban con el monedero. ¡Qué cabrón tan pendejo! Traía dinero hasta pa haberle pagado a un carro que por el camino de tierra me trajera a Monterrey, y de una vez hasta el rancho nomás pa llegar presumiendo de venir en carro. Si de perdido me hubiera venido por el monte ¿cuándo me jallaban? Pero no, allí venía con mi pasito por el camino real. Saqué el cuete, me apunté a la mera sien y dije: "Aquí mero me doy un balazo pa que se me quite lo baboso".
Estoy seguro que si hubiera hecho rendir ese dinero, los yernos y nietos me traerían orita paseando pa un lado y pa otro, llevándome con el doctor y que nada me faltara. No me tuvieran en este cuartucho como traste viejo, sin dejarme ni salir a la calle. Deveras que me arrepiento de no haberle apretado al gatillo aquella vez.

Julio César Méndez

4 comentarios:

Lidia Gaytán dijo...

Sr. Julio, me agrado su narración, la hace usted muy ligerita, por lo mismo muy fácil de digerir (para mi)

Bueno René, esperaremos que otro texto sube

saludos!

Anónimo dijo...

ME ENCANTO ESTE RELATO, ESPERO VER ALGUNOS OTROS IGUAL DE BUENOS QUE ESTE , ESTO NO QUIERE DECIR QUE LOS OTROS QUE HAS ESCRITO SEAN MALOS SOLO QUE ES UNO DE LOS QUE MAS ME HAN GUSTADO

SALUDOS ESPERO ESTES BIEN

D.

Jessika dijo...

Bonito texto con bonitas palabras.
Saludos.

brunette dijo...

Y Julio siempre con sus historias..., me gusta mucho lo que escribe y como lo escribe, y me rio mucho ademas!, saludos para él y para Martha.